MARISEX 4ª ENTREGA

MARISEX, un monólogo cruel

 

4. Redención

 

Marisex en un momento de show. Foto de Mª José Sanz

 

Llora. Sufre una jaqueta muy fuerte y corre a por aspirinas.

 

Alguien de vosotros me dejó preñada. (Pausa larga) No os pido que deis un paso al frente y reclaméis la paternidad, no tendríais cojones. Simplemente quiero comunicaros que un bichito de alguno de vosotros me fecundó. Supongo que un bichito mediocre, calvo, peludo y con halitosis. Y aún así, contenta, porque es el bichito más afortunado de cientos de millones de bichitos, el más preparado, el más espabilado. ¿Fuiste tú, Polla Enmascarada? ¿O tú, número 232? ¿O tú? ¿O tú? Eso ya da igual. Dais pena. (Marisex se enciende un cigarrillo y suelta el humo a cámara) Marisex no fuma pero Marisa sí. Marisex siempre está a punto, lubricada para la ocasión. Marisa llega exhausta a casa, mira la televisión y se tira pedos como todo el mundo. Marisex es dulce, a veces racial y desmedida. Marisa es agria e insomne, deslenguada y decadente. Marisex ha muerto y de sus despojos resurgirá la nueva Marisa, la Marisa responsable, la Marisa mamá. Y tendré al fin una relación sexual absurda y plancharé las camisas de mi amor al que se supone que querré y veré crecer a mi hijo y una vez al año iremos al parque de atracciones y me emborracharé con una copita de Baileys de vez en cuando porque habré dejado el alcohol y el Popper ya será historia. Sí, queridos. Me casaré por la iglesia, tendremos un apartamento en Ibiza, dejaré la casa como una patena, llevaré al niño al colegio y de vez en cuando me jugaré unos cartones al bingo o, por qué no, me fundiré lo que me queda de pasta en ropa. Modelos discretos, dejaré las minifaldas porque ya no me favorecerán, me pondré sujetadores con relleno y compraré lo último en cosmética antienvejecimiento. Seré fiel. Haré como que me enamoro por primera vez. Me lo creeré. Seré buena esposa. Cambiaré el gimnasio por el yoga. Me haré vegetariana y, de vez en cuando, acudiré a alguna manifestación para sentirme útil. Da igual el motivo o la causa de la lucha, la cosa es pertenecer a un colectivo, sentir que formas parte de algo siendo anónimo. Quiero ser anónima. Borrar mi pasado. Quemar todas mis películas. Volver a empezar. Pero ya es tarde. Estoy cansada y me duele la cabeza. He tratado de salvar a Marisex a toda costa pero las plumas ya no oscilan sobre mis pezones. Aquellos días pasaron a la historia. La juventud es una mierda. Un espejismo, un recuerdo cruel. Marisex no ha sido más que eso, queridos, y vosotros habéis sido mis compañeros de viaje silenciosos, virtuales, efímeros.

 

Pichillas, lo que viene ahora es muy personal, no creo que os interese demasiado. O quizás sí. No sé. Quién sabe si éste video será una joya para los coleccionistas algún día. (Coge la botella de leche y toma un trago largo) Algún día. Sigo. Mi madre nunca quiso que fuera actriz. A mi padre no lo llegué a conocer. Era alcohólico. Supongo que yo también vengo de un bichito mediocre, calvo, peludo y con halitosis pero además borracho. Estudié psicología porque no me llegaba la nota para otra cosa y para complacer a mi madre. Pero yo siempre quise ser actriz. De pequeña me encantaba disfrazarme y tenía la habitación llena de espejos. Me pasaba las horas muertas cambiando posturas y expresiones delante de ellos. No tengo hermanos. Me encantan los peluches y siempre he jugado sola. Quizás sea por eso por lo que me cueste sentir empatía por los demás. Es posible que por eso sólo me quiera a mí misma. Cuando entré en la academia de interpretación lo hice en secreto mientras me ganaba la vida como modelo pornográfica para la revista Cañón, una publicación semanal de contactos. Mis fotos solían acompañar relatos eróticos de dudosa calidad literaria. No ganaba mal, la verdad. Mejor que de camarera o gogó o telefonista. Estaba harta de aguantar a impertinentes borrachos tirándome los tejos al otro lado de la barra. Divertido era, la verdad. Mucho más que el teléfono erótico. Me aburría tanto que aprovechaba para limarme las uñas y estudiarme los guiones. Total, solo tenía que gemir y hablarles como un putón. Era patético. Los cursos eran caros y al menos pude costeármelos. Cuando mi madre se enteró se enfadó muchísimo. Poco después llegó a sus manos una copia de La Zorrita Presumida y me echó de casa. Nunca más volví a verla. Eso sí, me telefonea para mi cumpleaños y el día de mi santo. Es muy creyente, mi madre. Es de esas creyentes que nunca va a la iglesia pero que se derrite si ve a un cura cuarentón atractivo. La verdad es que siempre le han tirado las sotanas. A muchas cincuentonas les pasa y no se por qué. Babean por acostarse con sacerdotes maduritos. Les da morbo. Como son las cosas, queridos. Se supone que debería ser feliz, retirarme con la cabeza alta y todas esas cosas que se dicen cuando llega el momento. Pero me cuesta. No quiero rendirme y, sin embargo, debo hacerlo. Debo ser feliz. Me lo merezco. Por mí. Por mi hijo. Por vuestro hijo. ¡Dios, qué dolor de cabeza!

 

Cuando me metí en este mundillo quería ser como la gran Traci Lords. Tenía una película VHS, Country Girl, en la que aparecía ella vestida de vaquera que me ponía muy cachonda. Había una escena de sexo lésbico increíble. Escondía la cinta dentro de Marquitos, un peluche grandote que aún conservo. No sabéis cuanto me excitaba esa mujer. Había verdad en sus personajes. Era salvaje. Yo tenía catorce años y ése era mi mayor secreto. ¿A quién le iba a contar que me frotaba ahí viendo pelis porno? Una niña tímida e inocente como yo debía jugar con muñecas y no andar husmeándose por lugares pecaminosos. Sólo Traci sabe como fue mi primer orgasmo. Ella y yo. Suficiente. Noté un calor intenso. Como fuego. Me asusté y dejé de frotarme. Aquello era algo nuevo. Incontrolable. De repente sentí humedad. Me meé encima. Qué a gusto. Gracias, Traci. Aquello era porno del bueno, no lo que hay ahora. Ahora cualquier mediocre se graba en casa haciéndose una paja, la cuelga en Internet esperando comentarios y ya se cree una estrella. Desde aquella experiencia místico-masturbatoria no he dejado de buscar al hombre que pudiera igualar o superar esa sensación, ese fuego interior, ese estremecimiento orgásmico. Todavía no lo he encontrado y es posible que ni lo encuentre. Fue tan intenso el placer que no tardé en intentar experimentarlo con alguien. A los pocos meses perdí la virginidad. Acababa de cumplir quince añitos. Y no tuvo nada de especial. Os lo puedo asegurar. Nada. Absolutamente nada. Sentí un pequeño desgarro y poco más. El chaval se corrió casi sin darse cuenta. Me limpié en el bidé. Me vestí y me marché. No lo volví a ver. Y ahora decidme que importante puede ser la virginidad. Que coño representa. Es una farsa, la virginidad. Un absurdo. Es como el que se compra un coche y no lo estrena. Se levanta por la mañana, se asoma a la ventana y lo contempla. ¡Qué bonito mi coche! Es la envidia del vecindario, mi coche. Sale de casa y coge el metro para ir a trabajar. Es estúpido. ¡Oh, Traci Lords, Traci Lords! Te adoro. Te amo. Gracias por ayudarme a descubrirme.

 

Sale de la habitación y vuelve con un moisés. Lo coloca cuidadosamente frente a cámara. Se acerca a la cama y saca varias bolsas de debajo. Las coge y se las lleva al set improvisado. Se sienta frente a cámara, las abre y extrae lo que hay dentro: ropita de bebé…

 

Le he comprado a nuestro niño un montón de cosas. Mirad que camisita más bonita. ¿No es preciosa? ¿Y el moisés? ¿Qué os parece? Yo soy de cunita. Nada de colecho. El niño dormirá en el moisés y después en la cuna, como está mandado. Si tengo que aplicar el método conductista de Estivill lo aplico y santas pascuas. Qué llore, sí. Que a base de llorar se consigue el mundo. Y como me salga hiperactivo, a medicarle del tirón. Yo no quiero un niño que me destroce la casa, que vaya de aquí para allí corriendo como un animal y que no pare de hablar convulsivamente. Vamos, no lo quiero ni en pintura. Así que Rubifen por un tubo y a la escuela, a estudiar. Para quien no lo sepa, el Rubifen es una anfetamina, concretamente metilfenidato. Por lo visto les colapsa, se calman y atienden. Si yo la tomaba para aguantar toda la noche bailando como go-gó y funcionaba, ¿porque no se la puedo dar a mi futuro hijo? Además, mezclada con alcohol da un subidón muy gracioso. No os creáis todo ese rollo del refuerzo positivo. Son cuentos chinos. Un buen bofetón a tiempo es lo mejor. Tanta tontería y tanto aplauso no lleva a ningún sitio. Palabra de psicóloga. (Pausa) Mirad, mirad que biberón más chulo le he comprado. Con asitas y todo. Una monada. Debo tener muchos si no quiero darle pecho. Paso del pecho, no quiero que se me queden las tetas como las de una africana. Así que le he comprado cinco o seis. De diferentes colores y diferentes tamaños. (Saca un montón de biberones de una bolsa y los coloca con cuidado sobre la mesita alta). Y también el esterilizador, por supuesto. Los microbios son imprevisibles. Nunca sabes donde se pueden alojar. Ya estoy mirando guarderías. Necesito tener las mañanas libres para ir a la pelu, a manifestaciones… todo ese tipo de cosas. Si me arreglo bien y uso todo mi encanto quizás pueda conquistar a alguien entre el barullo y formar una familia completa, con padre y todo. Tengo pensado llevar a la criatura a una guardería en las a fueras de la ciudad. Es cara pero de momento me lo puedo permitir. Tiene unas instalaciones grandísimas, jardín con 400 metros cuadrados, piscina y hasta psicólogo infantil. Una pasada, vamos. (Pausa)¿Habéis visto qué pijamitas? ¿Y los chupetes? (Pausa)¿Y el muñequito? Es un tentetieso. Mirad, si lo muevo, dice… (despeja la mesa y pone el tentetieso. Lo mueve y dice con voz infantil: Te quiero mamá, te quieroooooo mucho). ¿No es una monada? Y lo dice cuando quiere, el muñeco, cuando menos te lo esperas, como en la realidad. (Marisa se queda un instante pensativa)Me diréis que estoy loca pero le oigo. (Sonríe maliciosamente, como una niña pequeña)Sí, sí. Le oigo. (Se levanta y va a la mesita de noche decidida. Abre el cajón y saca dos vasos de plástico comunicados por una cuerda. Se sienta en la cama y coloca un vaso en su oído y el otro en su vientre.)Sí. Es él. Se oye como un retortijón. Se mueve. Parece como si balbuceara. Me quiere. Lo sé. (Se pone el vaso en la boca y habla por él)Yo también te quiero, cariño. Te quiero mucho. (Deja los vasos sobre la cama. De repente, se queda seria y desafiante. Mira extrañada a cámara mientras se aproxima a ella. La transformación es brusca, inesperada. Del entusiasmo anterior a la locura.) 

 

Pero bueno, ¿qué coño estoy haciendo? ¿Qué hago aquí? ¿Por qué estoy hablando con una cámara, vestida de Ratita Presumida? Esto es ridículo.

 

Coge la botella de leche y bebe convulsivamente. Los chorros le salen por las comisuras. La imagen es lamentable.

Todo es mentira. Todo. Se acabó el juego. (Se quita el vestido de ratita y se queda desnuda frente a la cámara, tiene el vientre inflado. Se pone de perfil y se lo toca preocupada.) Ésta soy yo. (Mirándose en la pantalla) ¿Yo? (Inhala Popper. Mira a cámara como tratando de saber quien hay al otro lado.) Soy una mujer de carne y hueso. Todo lo que veis es real como la vida misma. (Se acerca a la cama y se pone el albornoz; tiene ardores, está mareada, aturdida. Sale de la habitación y vuelve con un vaso de agua y un bote de sal de fruta Eno; hablándole al bote) ¡Dios, estos gases me van a matar! ¡Sal de fruta, sal de fruta! Haz algo por favor te lo pido. Ayúdame. Ayúdame a sacar ésta mierda de mi cuerpo. Voy a reventar, señorita Eno. Tiene usted que hacer algo. Debe. Es usted mi último recurso. El señor Almax no vale para nada. Es un bulo, un puto placebo. (Marisa se bebe la sal de fruta pero no consigue eructar, se pone colorada como un tomate). Mierda.

 

Se sienta en la cama y ausculta su vientre con los vasos comunicantes. Lo hace meciéndose en un ligero movimiento de vaivén muy parecido al de los enfermos psicóticos. Se para bruscamente y mira a cámara.

 

¡Vosotros! ¿Qué miráis? ¿Qué coño estáis mirando? ¿Qué queréis de mí? ¡Dejadme en paz! Fuera de mi casa. Fuera de mi vida. Fuera de mí.

 

Marisa se sienta de espaldas a cámara tratando de buscar intimidad y sigue escuchándose el vientre a través de los vasos. Sonríe ilusionada. De repente, siente una punzada horrible en el bajo vientre. Se mete la mano en su sexo y la extrae manchada de sangre. Se mira las manos temblorosas y se le petrifica la risa. Los vasos se le caen al suelo. El escenario se oscurece poco a poco, excepto la mesita del set con el tentetieso en el centro.

 

TENTETIESO: Te quiero, mamá. Te quierooooooo mucho….

 

Negro.

 


Nota: este libreto carece de acotaciones referentes a la elección de escalas, ni encuadre ni colocación de la cámara por considerarlas tarea exclusiva del director. Las posibilidades son ilimitadas.

 

Post by admin_ivan

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