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¡OH, ITIMAD, ITIMAD!
DES-PROPÓSITO ESPACIAL Nº2
NOTAS DEL DIRECTOR
¡Oh, Itimad, Itimad! expone el problema de la educación asociado a un sistema totalmente deshumano y deshumanizado, donde todo se puede comprar, donde la escritura y la lectura son deshonrosas, donde disfrutar de la música es delictivo y llorar es mezquino porque no produce.
El humanismo ha muerto. El hombre nuevo no llora, compite. No ama, compra. Las utopías no son más que estrategias de marketing. Los lugares soñados son spots publicitarios y el deseo se limita a lo material.
Itimad no es más que un asteroide en medio de la nada envuelto con el lacito de la sugestión publicitaria. Los personajes, a pesar de vivir desterrados, desean regresar a ese mundo de competitividad y vigilancia continua, escuchar promesas de ascensión social y soñar con que algún día les obsequian con poder bañarse en las playas de Itimad y disfrutar de sus atardeceres plateados. Es como si esa mentira hecha verdad se incrustara en sus conciencias y les indujera a un estado esquizofrénico, maniático, sicótico. A medida que se descubre la mentira, la locura se convierte en cordura y viceversa.
En la nave nada está sujeto a la imaginación del individuo, todo está prefabricado. No obstante, en el destierro todo está permitido, nadie les vigila, no hay normas. ¿De qué sirve pues insistir en respetarlas? La obra explora esa especie de alienación a la moral, a la norma, a la conducta. Sólo Jan la cuestiona porque nació libre, fuera de la sociedad. He aquí la paradoja, a pesar de recibir una educación basada en el Decálogo y de tener todos los cuidados, el hijo se rebela, somete a sus padres y les hace sentir culpables de todas sus desgracias. Esa conducta, denominada Síndrome del Emperador, es cada vez más normal en nuestros tiempos y se debe, en gran parte, a la sociedad de consumo y a la falta de esfuerzo para conseguir objetivos, pues todo viene dado, Ofrecido. De hecho, esta fue la idea inicial de la que partió el texto. Pero no quería contextualizar la obra en un mundo actual pues no quería escribir sobre lo ya escrito o visto mil veces, y más ahora con la pequeña pantalla repleta de reality shows centrados en adolescentes conflictivos. Quería ir más allá, jugar a reconstruir el contexto basándome en el capitalismo salvaje aplicado en cualquier ámbito, desde lo más importante a lo más trivial. Y para ello tuve que hacer un ejercicio de análisis, abandonar sutilezas e ir al grano, de ahí llegué al Decálogo, una serie de normas no muy alejadas del tiempo presente.
Explorar el concepto de rebeldía, qué hay detrás de la conducta subversiva y, en contraposición, qué hay detrás del sumiso, del que no se cuestiona absolutamente nada, es un hilo muy interesante del que estirar. El texto trata de cuestionar conceptos como la integración, la tradición, la religión e incluso pensar sobre la vida misma. Indaga en el que somete y en el sometido. ¿Qué placer oculto lleva a disfrutar del sometimiento? ¿Qué es lo que induce al ser humano a someter? ¿Qué es la culpa y cómo se gestiona?
¡Oh, Itimad, Itimad! es un texto loco, trepidante, cínico y perturbador. Un espectáculo atrevido, un puñetazo donde más duele al espectador.
CRÍTICA
Revista Indienauta. 25-4-2011
Iván Romero presenta en el teatro Riereta ¡Oh, Itimad, Itimad!, la versión 2.0 de su epopeya distópica iniciada con las representaciones de Urna 321, un “des-propósito espacial” que nos habla de la humanidad del futuro, de su supervivencia y de lo que más importante aún, de sus sueños.
Del 22 al 24 de abril el teatro Riereta ha acogido las representaciones de la segunda entrega del díptico de ciencia-ficción creado y dirigido por Iván Romero e interpretado por los miembros de la compañía Les Maniquís, un intento basado en el humor y el cinismo descarado más pesimista de imaginar y reflexionar sobre la humanidad del futuro, sobre sus éxitos y sobre todo sobre sus fracasos.
Iván Romero, su director, plasma en su nueva obra, como ya avanzaba en su anterior producción, una clara desconfianza ante el porvenir de la civilización humana, que bebe de las fuentes, como ya dijimos en otro lado, de la novela de ciencia-ficción distópica género liderado por las obras de Ray Bradbury, Aldous Huxley y George Orwell. Romero nos sitúa de nuevo en un escenario abatido por la “civilización” y por las leyes y las normativas, en un ambiente opresivo que no deja lugar al espíritu humano ni a las emociones que de él dependen.
La situación se nos hace clara a los pocos minutos. Los restos de la humanidad viven en una nave nodriza en la cual, y por razones de espacio, la natalidad está controlada y el comportamiento y las emociones están prohibidas (que malas son las emociones!!); la música está erradicada ya que “hace zozobrar el alma” y, como no podía ser de otra forma, la lectura y los libros están prohibidos, como culpables de hacer pensar a la gente y hacerles ser conscientes de su estado y sus limitaciones. La unidad familiar formada por, Ravi, Chandra y Jan viven en una cápsula diminuta, expulsados de la sociedad nodriza al haber infligido las rígidas leyes de natalidad. Su triste existencia se organiza alrededor de la “buena educación” de su hijo a través del cual pretenden regresar al seno de la sociedad que les expulsó, presentándolo como un nuevo hombre, un nuevo mesías.
Siendo así, Jan se ha convertido en un auténtico autócrata familiar, absorbiendo las vidas de sus progenitores. Todo en la cápsula espacial gira alrededor de Jan hasta el punto que su misma madre se encarga de satisfacer “manualmente” sus necesidades sexuales. Todo cambiará a partir del choque con otra cápsula expulsada de la sociedad, que obliga a los ocupantes de las dos cabinas a compartir el mismo espacio. Los nuevos ocupantes de la cápsula son dos hermanas extrañas y dominantes: Shani es una concienciadora, una líder “no espiritual” de distrito con movilidad disminuida expulsada de la sociedad por su “ilegítima” relación con los libros y por haber mostrado sus propios sentimientos; Shukra, su hermana, ha sido castigada también ya que su hermana minusválida no puede valerse por sí misma. Las dos hermanas mantienen una relación de dominación entre ellas que en breve intentarán imponer a sus nuevos compañeros de cápsula.
Será aquí donde veremos el auténtico infierno que se establece en la cabina espacial, y por referencias también seremos testigos del infierno en el que vive sumida la raza humana. La vida de los ocupantes de la cápsula depende total y completamente de las normas aprendidas en la civilización “nodriza” de la que han sido expulsados. El único ser independiente, es posiblemente peor que los seres socializados, un auténtico tirano y déspota familiar que no tiene respeto por nada ni por nadie y que somete a sus padres a la voluntad cambiante de sus deseos. Aún así los roles de todos variarán con la llegada de Shani y Shukra, lo que generará una tragicomedia cínica y desvergonzada que analizará no solo hacia donde vamos sino también de donde partimos.
Romero y los integrantes de la compañía Les Maniquís nos hacen reflexionar desde el humor y el sarcasmo. Y para ello utilizan el género del “teatro distópico” (no sé si está etiqueta existía ya), algo que ya conocíamos a través de su anterior producción Urna 321. Y lo hace a través de las herramientas y los objetos y de un estilo teatral reconocible. El escenario se organiza en base a espacios configurados a través de restos de maquinaria “espacial” y de elementos industriales. Un futuro creado a través de desperdicios que nos dan una idea de la “triste” situación que atraviesa la humanidad y los componentes expulsados de ella. El vestuario combina ropajes actuales e identificativos, como en el caso de los “pañales de tela” de Jan, que nos informan también de su carácter infantil, y de las vestimentas de Ravi. A ellas se suman los atuendos excéntricos de las mujeres de la obra que a través de sujetadores-desatascadores, de peinetas y de faldas hechas en base a fregonas de tela le dan un toque distópico e irreal a la representación y en parte nos informan también de los caracteres de las féminas.
No será, sin embargo, hasta los momentos finales de la representación donde aparecerá la auténtica joya de la obra. Y ésta no es otra que la reflexión que hacen los integrantes de la cápsula sobre la vida en la nave nodriza y sobre el resort asteroidal llamado Itimad. Las dos “invasoras” espaciales, Shukra y Shani, recuerdan, durante el banquete nupcial (¡¡sí, seremos testigos de una boda!! estrafalaria, claro está) la publicidad sobre Itimad, un resort asteroidal promocionado en la nave nodriza. Ambas poseen el mismo recuerdo (exactamente el mismo) mientras que Chandra defiende su individualidad y su idea personal sobre Itimad. En definitiva, la libertad a tener sueños personales, a soñar con cosas que otros no pueden soñar, todo lo contrario a lo que quiere el Estado-nodriza. Todo un hallazgo, si señor, en la línea de la mejor ciencia-ficción, aunque en este caso sea teatral. ¿Quién pudiera controlar y dominar los deseos y los sueños de los hombres? Seguramente el sueño de los Estados, de las corporaciones y casi también de los bancos.
En el aspecto interpretativo ¡Oh, Itimad, Itimad! Es una obra sentidamente coral en la que todos los personajes aportan una parte importante al resultado final. Oriol Roca se recrea en la interpretación de un adulto-niño que no ha sabido y no ha querido crecer a costa de sus padres; Núria Granell se defiende caracterizada de madre y limpiadora de la cápsula con comportamientos esquizofrenoides en algunos momentos y David Blanco compagina su papel de patriarca atormentado y de ciudadano expulsado de la civilización pero ansioso de regresar a ella, cueste lo que cueste. Aún así, la carga de humor y de moralidad más interesante es la que se materializa tras la llegada de Shani (Noelia Izquierdo) y Shukra (Maialen F. Boncompte), la primera sobresaliente en su papel de concienciadora y guía espiritual traidora a los principios que representa y la segunda como campeona de la división de honor de tiro a la cápsula y de carácter desvergonzado y alegre, en penitencia por la caída en desgracia de su hermana.
Toda una combinación de elementos y géneros abordados desde la escasez de medios, que no de ideas y de ganas. ¡Oh, Itimad, Itimad! Es una vuelta de tuerca más de Iván Romero y la compañía de teatro Les Maniquís, sobre una temática, el futuro de la humanidad, observado desde un calidoscopio que nos ofrece muchas vistas particulares y plurales, y que nos propone una pregunta: ¿Qué pasaría si el futuro de la humanidad fuera tal que casi no valiera la pena vivirlo? ¿Qué sucedería si los vicios y los deterioros vitales y sociales de la humanidad nos encaminasen hacia un callejón sin salida? ¿Son nuestros propios sueños privados y personales la última propiedad individual que el futuro nos permitirá poseer? ¿Dónde está el resto de nuestras vidas?
“¡Oh, Itimad, Itimad!” se representó en el teatre Riereta del 22 al 24 de abril de 2011.
JORGE PISA
CRÍTICA PARA LA REVISTA DE CULTURA UNDERGROUND INDIENAUTA.
25 DE ABRIL DE 2011