CUENTO TRISTE
UNA FÁBULA DE PERDEDORES
Había una vez, hace muchos, muchos años, una familia que vivía en el campo. La mujer cuidaba de los niños mientras el hombre labraba la tierra y por la noche, antes de dormir, se reunían frente al fuego con otras familias para cantar y contar cuentos de miedo y leyendas con moraleja. Cuando había dificultades, las familias se ayudaban entre sí a pesar de sus diferencias.
Un día, un hombre vestido bien, calzado bien y de sonrisa muy bien, llamó a la puerta de la casa y prometió al hombre una inmensa fortuna si se iba a la ciudad con la familia a trabajar en una de sus fábricas. El hombre aceptó, cansado de trabajar la tierra sin ver demasiados resultados. Quería un caballo bien, una cuadra muy bien, mandar sobre la comunidad y si para ello tenía que estar un año trabajando en la ciudad y ahorrar para regresar triunfante, lo haría sin más. Su mujer, que no lo veía muy claro, aceptó con la condición de que ella también trabajaría para así poder ahorrar más y convertirse en una mujer de vestido bien, calzado bien y de sonrisa mejor que mejor.
Pasaron los años sin que pudieran regresar al pueblo. El hombre comenzó a beber y su mujer, cuando quiso darse cuenta, ya no reconoció a sus propios hijos que, por falta de amor y dedicación, se convirtieron en unos fracasados y pequeños delincuentes. Y así fue como miles de mujeres cayeron en la trampa del trabajo y miles de millones de niños, sus niños, los niños del mundo, quedaron desatendidos en nombre del libre mercado.
Y colorín colorado, este cuento triste se ha acabado.
Cuento incluido en Fondo de Armario, conversaciones absurdas y cuentos agrios. Ed. Libros Indie.