HÁSEL O EL ARTE COMO EXCUSA

UNA CRÓNICA DE CEREBROS ACELERADOS

 

En mis tiempos de autogestión, allá por los años noventa y aquellos dos miles en pañales, me topé con muchos personajes parecidos a Hásel. Ese que ahora llena páginas y abre informativos no es más que una reproducción fiel de aquellos cerebros acelerados que conocí en mi juventud. Pueden existir algunas diferencias, más que nada en contexto, pero no en lo referente a perfil psicológico. Vale decir que dicho perfil es maleable como el cobre y tanto se da en grupos de extrema izquierda como de extrema derecha. He aquí la madre del cordero, ¿acaso el antifascismo no es un fascismo edulcorado de progresía bienpensante?

Mientras dejo la pregunta en el aire, me vienen a la memoria tres personajes que rondaban por aquel inmenso plató en pleno centro de l’Hospitalet que autogestionamos durante varios años. No eran mala gente, en absoluto. Uno de ellos, al que a partir de ahora llamaré por su inicial, era un chavalín de 17 años que deambulaba por el CSO (Centro Social Okupado) como un alma en pena. Tenía problemas familiares, era pequeño, poca cosa y le gustaba quedar bien. E. apenas participaba en las asambleas de los jueves, venía pero nunca decía nada. El caso es que desapareció de la noche a la mañana. No supe nada hasta que pregunté por él y alguien me lo dijo (no recuerdo quien). Unos maderos de paisano (llamados popularmente rompe-manis) le habían pillado en una manifestación lanzando un cóctel molotov o algo por el estilo.

Desde dentro del movimiento aquello se tomó como una provocación en un principio pero os aseguro que en menos de tres meses ya nadie se acordó de él. ¿Por qué? La respuesta es muy sencilla. E. formaba parte de un colectivo anarquista y autogestionario sin una pretensión directa por tomar partido en el juego democrático y por ende, del Estado. Aunque su cerebrito post-adolescente no le daba para entender al 100% ese concepto, era uno más del colectivo.

Pero lo que marca la diferencia entre el caso de E. y el de Hásel es básicamente el contexto de incertidumbre institucional a partir del delirio independentista de los últimos años, caldo de cultivo ideal para cerebros acelerados. Por aquel entonces no existía la CUP, organización que ha vampirizado lo poco que quedaba del movimiento libertario en Barcelona y zona metropolitana. Si hubiera existido, no dudo que E. se hubiera adherido a sus soflamas con los ojos cerrados.

El par de personajes restantes, a los que llamaré P y G, también tienen cierta relación con el perfil de Hásel. P y G eran primos y venían de Mallorca, G estudiaba filosofía en la UB y su padre era piloto de avión, es decir, que su familia tenía ingresos como para que el chaval no durmiera en una casa abandonada, otra cosa es lo que él hacía con la mensualidad que le mandaban. P, sin embargo, venía con lo puesto, no estudiaba y a diferencia de su primo no tenía ni un duro en el bolsillo, siempre andaba con su perro y su flauta antes de que existiera el término perroflauta, tan en boga en los tiempos del 15M. En su enajenación animalista y ayudados de algunas sustancias, decidieron colarse en el zoo de Barcelona y abrir algunas jaulas. Así, como quien saca al perro a pasear.

Ambos entraron en el trullo pero los papás de G pagaron la fianza y P se comió unos meses, no sé cuántos. Lo que para ellos era un acto reivindicativo, algo así como una llamada a la acción, para el colectivo fue una supina estupidez digna de chanza y para la sociedad dos peligrosos delincuentes antisistema. Evidentemente, al cabo de unos meses, nadie se acordó de ellos.

Me pregunto entonces por qué lo de Hásel ha generado tanto revuelo mediático. La respuesta no es demasiado compleja si te paras a pensar. Existe una politización consciente del caso y otra más irracional, que tiene que ver con eso tan de moda en la actualidad: el sentimiento.

Durante todo el aznarato en España y después con la rajoyada, se ha ido generando una ponderación del sentimiento de izquierdas, pero desde el sofá de casa y opinando por redes sociales, escribiendo exabruptos, insultos y algunas faltas de respeto. Lo mismo ha hecho el otro lado del espectro ideológico (ultraliberales y conservadores) durante los periodos de gobernanza del PSOE. Pero siempre, en la izquierda buenísta patria, han faltado hombres y mujeres de acción para dar sentido al mensaje. Los otros nunca los necesitaron porque ya tienen el mensaje del dinero y la propiedad forjado a fuego y no necesitan mártires. Hásel es el cerebro acelerado perfecto, se ha convertido en algo así como un mediocre aprendiz de Che Guevara con ínfulas artísticas. Ese es el nivel y así nos luce el pelo.

La politización consciente se camufla en la libertad de expresión. Una vez más, no es nada nuevo. A partir de ese derecho universal se monta un circo donde se obliga al ciudadano a tomar partido por unos o por otros cuando detrás de ese derecho no hay ideología que se imponga. A Hásel, que en cierta medida vive como piensa (los hechos lo constatan), se le acusa de varios actos violentos. Esa es la primera capa de la cebolla y no me cabe la menor duda de que pagará por ellos.

No obstante, la segunda capa es la más compleja y la vía rápida para los oportunistas políticos. El discurso de la CUP y de ciertos círculos de Podemos que claman al cielo por la libertad de expresión se ampara únicamente en esa capa de la cebolla, obviando los hechos delictivos del artista (permítaseme esa palabra) en pos de una propaganda independentista y marxista (contradictoria per se) por un lado y republicana de postal por el otro. El caso es que si te detienes en las letras de Hásel, te das cuenta de que entran como un guante para con el discurso imperante de la izquierda. Pero, ¿acaso la chica que alabó el fascismo más rancio esta semana en Madrid no sacia a los cerebros acelerados de VOX? De nuevo el sentimiento y la política. Mal asunto.

En mi opinión, Hásel puede decir lo que le dé la gana ejerciendo su libertad de expresión. No por ello,  tiene que pagarlo con privación de libertad. Ahora bien, aunque me pese, la chica que el otro día manifestó públicamente su sentimiento fascista (con ayuda del clero mediante) junto a unos cuantos cerebros acelerados más, tiene el mismo derecho.

Dijo el gran Emilio Lledó que hay que diferenciar entre libertad de expresión y libertad de pensamiento. Tú puedes decir lo que quieras pero sin libertad de pensamiento lo único que vas a soltar son barbaridades, estupideces como un camión de grandes, ¿para qué sirve si no sabes pensar, si no tienes espíritu crítico, si no sabes ser libre intelectualmente?

El problema de base es que no se ha generado un marco de libertad de pensamiento adecuado. No se han dado las claves para discernir entre la estupidez o la simple provocación y la capacidad para razonar. El sistema, tanto educativo como social y laboral, no ha apostado por la construcción de una identidad más allá de las fronteras físicas y de unas cuantas soflamas sencillas y efectivas. Todo es blanco, todo es negro, no hay pensamiento intermedio que valga. Negamos el resultante del conflicto dialéctico hegeliano, vivimos en conflicto binario continuo pero sin sacar conclusiones. Total, para nada, en todo caso para distraer a la gente, señalar con el dedo la luna llena mientras miro el móvil.

Si el vicepresidente del gobierno se permite la estupidez de establecer un paralelismo entre el exilio republicano durante la guerra del 36 y el de Puigdemont, podéis imaginaros el marco de libertad de pensamiento que predomina. Si el presidente de VOX te pide el voto a caballo enalteciendo al mismísimo Cid Campeador, un pringao de Lleida puede decir lo que quiera. Además, os aseguro que en unos meses nadie hablará de él, tal como pasó con E, G y P.

En los ochenta e incluso a principios de los noventa, la efervescencia creativa era mayor y más heterogénea. Pero no se politizaba en exceso, excepto en Euskadi, claro. Las palabras de muchos artistas eran igual o más gruesas que las de Hásel y no causaban tanto revuelo mediático. ¿Pudiera ser que el marco de libertad de pensamiento fuera mayor entonces? ¿Qué ha ocurrido para que los artistas no podamos salir de lo políticamente correcto, para evitar el linchamiento colectivo?

En Francia te pueden matar por hacer un chiste de Mahoma o decapitarte si entras en una iglesia. Aquí te pueden atropellar o hacer saltar por los aires en el vagón de un tren. El odio detrás del discurso solo afecta a los eunucos mentales, como diría la Trapera. El problema es que estamos rodeados de ellos. Si las palabras de unos enajenados religiosos o de unos visionarios de la justicia social que justifican la violencia pasan a la acción, el problema no es de ellos, el problema es de ellos y de todos los que los siguen.

En lo que a mí respecta nunca he sido censurado, ni en la editorial que edita mis libros, ni en redes sociales (salvo por desnudos y por algún eunuco mental que consideró ofensivo mi blog de cuentos). Sé que existe la censura, sobre todo en el mundo audiovisual y se acata por dinero. Se censura incluso antes de que la creación esté lista mediante consejos para que tus historias no sean machistas o para que cumplan con ciertos criterios morales. ¿Acaso no es eso censura?

Voy a seguir con mi novela. Llevo años cagándome en España, en el feminismo, en el clero, en la pansexualidad, en el independentismo y en todo lo que considero digno de ser cagado. Y me quedo tan a gusto. Lo hago siempre, en todas mis obras y aún así resultan difíciles de censurar porque no caminan en linea recta, ocultan la mierda para que la veas después, al cabo del rato, el tiempo en el que ya me he ido.

Habrá gente que me lea y le guste, otra que me considere de mal gusto y otra (la mayoría) que ni siquiera sepa quien soy. Lo que hago puede crear controversia en los tiempos pielfinistas que vivimos. La vida es tan aburrida sin controversia.

 

Post by admin_ivan

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