ACEITUNAS

ACEITUNAS

…de la serie, AMORES AL RELENTE

 

Nunca es tarde para darse cuenta de que la persona con la que compartes tu vida no te ama; le dijo su amiga mientras fregaba los platos. Él fumaba apoyado en el mármol de la cocina. Contemplaba su trasero, algo grande y caído. Siempre le dio morbo aquel culo. De hecho, cree que gracias a su amplio pandero son amigos, si no nunca se hubiera acercado a ella.

–Ya, –dijo rascándose la cabeza– tampoco es tarde para saber que la persona que verdaderamente amas no tiene ningún interés en amarte.

Ella terminó de enjuagar los platos, se quitó el delantal y le miró fijamente.

–Confundes cosas, cariño. No es lo mismo amar que desear amar.

Apagó el cigarrillo, cogió un plato de aceitunas y se sentó en el comedor. Ella fue tras él con una botella de Martini blanco y un par de copas.

Crujir de hielos, aceituna flotando.

“¿Qué quieres decir?” Y ella, lo sabes muy bien, en realidad es mucho más bonito imaginártelo que llevarlo a la práctica, ¿no crees?

Él estalló en risas. Ella tiró una aceituna al aire y la cogió con la boca. Y una mierda, pensó.

–¿Sabes la cantidad de pajas que me he hecho imaginándomelo con mi mujer? Por cada paja una lección teórica, por cada polvo una práctica. Ganan las pajas, querida.– Dijo entre trago y trago.

–¿Acaso no fueron mucho más satisfactorias?

–¿Tú que crees? Si no lo hubieran sido ganarían las prácticas.

–Estás muy equivocado, cariño. Y te lo voy a demostrar. ¿Desde cuándo nos conocemos?

–¡Uf! Pues no me acuerdo. Fue un San Juan. Hace por lo menos diez años.

–Exacto.

Hizo una pausa.

–¿Follamos alguna vez?

–Sí. Aquella misma noche.

–¿Y te gustó?

–Sí.

–Eso significa que varias de esas pajas son mías. Me encanta.

–Polvos pasados, pajas futuras. No me consuela.

Ella se incorporó y puso el culo a la altura de su cara. “¿Te lo imaginas?”, dijo sacudiéndolo en sus mismas narices. A él se le puso cara de idiota.

–Pues tócalo, anda.

Él le sobó el trasero con ansia. Ella le quitó las manos lentamente, apartó las copas, se sentó en la mesita, abrió las piernas y se soltó el pelo.

–Imagino que te has empalmado y eso me excita.

–¿Lo quieres comprobar?

–No, cariño. Dejaría de excitarme.

Él creía que el juego acababa de empezar. Ella sabía que había empezado mucho antes, desde que él entro por la puerta.

–¿Cómo sabes que tu culo me vuelve loco?

–Por la misma razón que tú sabes que tu olor me pone muy perra.

–Es mi olor, qué quieres que te diga.

–No. Sólo hueles así cuando me tocas el culo. Te cambia. Es extraño. Me acabo de dar cuenta.

Se imaginaron el uno al otro durante un buen rato, pusieron música y se comieron todas las aceitunas.

Post by admin_ivan

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