FAST & FURIOUS

FAST & FURIOUS

 

 

“Bienvenido chaval, me han dicho que escribes bien, siéntate, ¿fumas?” El guionista se sentó y aceptó el cigarrillo. El productor era un tipo afable, gordito, pelo cano y gafas de sol.

–¿Café?

El guionista asintió con la cabeza. El despacho era amplio, sin luz solar y lleno de posters de películas que sólo él sabía que existían porque las había pagado con ayudas de sponsors que sólo él sabía que existían y trapicheos con instituciones que sólo él sabía que existían.

–¿Solo?

–Sí, solo.– Dijo el chaval.

Le puso el café encima de la mesa, apartó varios papeles, se quitó las gafas y le miró a los ojos.

–Bueno, te explico la idea que tengo en la cabeza; se trata de un guión de acción, ¿entiendes? Comercial.

El guionista sonrió y le dio un sorbo al café. Pensó que si se lo tomaba demasiado rápido, la entrevista podría ser muy corta, así que decidió alargarlo todo el tiempo que fuera preciso.

–Comercial, ok. ¿Contexto?

–España, por supuesto –replicó el productor–. Debe ser de producción media, no sé si me explico.

–Te explicas, te explicas.– Dijo el guionista rascándose la barba forzando un poco la cara de interés.

–Está bueno el café, ¿verdad?

El chaval le contestó que sí y le preguntó sobre el argumento de la película. El productor desvió el tema y le contó su última experiencia en una de esas películas que sólo él sabe que existen. Tenía que localizar un barco, pero no un barco de cualquier tipo, tenía que ser un barco grande, de pasajeros y que estuviera a punto de desguace. Le contó que consiguió contactar con un patrón del puerto de Alicante y que tenía menos de veinticuatro horas para impedir que lo destruyeran. Se plantó allí y ese mismo día lo consiguió. Lo contó como si fuera una hazaña, proyectando la mirada al horizonte. Al guionista no le pareció una anécdota genial, ni mucho menos, pero creyó haber dado con el hombre adecuado. Si era capaz de hacer eso para salvar una película es que tenía actitud de kamikaze, imprescindible para el oficio de productor.

–¿Hace cuánto de eso?, preguntó el guionista.

El productor se rascó la cabeza y se puso un pitillo en la boca.

–Diez años –contestó– sé que ha pasado mucho tiempo, por eso necesito rodar con urgencia.

El guionista volvió a la carga: “¿argumento?” El productor le dio una profunda calada al cigarro y soltó el humo lentamente.

–No tengo un argumento definido, para eso estás tú aquí.

–Sí, pero necesito saber un poco más, no puedo escribir así, de la nada.

Entonces el productor se incorporó y se puso a caminar por el despacho.

–Quiero que sea Fast & Furious a la española, ¿entiendes?

–Entiendo, entiendo, –dijo el guionista– ¿dinero?

El productor se detuvo de golpe y le miró fijamente a los ojos.

–Quiero que me hagas una propuesta y si me gusta, compro.

El guionista apuró el café. “Hecho”, dijo estrechándole la mano. A la semana volvió con la propuesta. Había elaborado una sinopsis convincente, que no brillante, acerca de dos bandas de adolescentes relacionadas con el fenómeno tunnig poligonero y enmarcados en un contexto de urbanizaciones a medio construir, familias enteras en el paro y delincuencia de poca monta. La sinopsis iba acompañada de unas cuantas fichas de caracterización de personajes. El productor no recibió lo que esperaba.

–Chaval –dijo– eso no vende, yo quería un Fast & Furious a la española.

–Bien, pues ya lo tienes, contestó el guionista.

–¿Y este conductor suicida?, dijo el productor mirando las fichas de personaje.

–Querías acción, ¿no?

–Sí, pero no un tío que se quiere matar con el coche, eso no se puede hacer, chaval, tendríamos problemas con la DGT.

–Es ficción.– Replicó el guionista tajante.

Se hizo el silencio.

–¿Hay dinero?

El productor contestó con un rotundo no me ha gustado tu propuesta.

–Necesito más –dijo–. Quiero más acción, nada de familias desestructuradas ni de urbanizaciones a medio construir, son las marcas de coches las que nos van a dar la pasta.

El guionista se fue y regresó de nuevo con otra propuesta, ésta vez mucho más aproximada a Fast & Furious.

–¿Hay dinero?

Y el productor volvió a contestar con un me gusta tu propuesta, ahora sí, pero quiero más.

–Dame un tratamiento.

El guionista fue a casa y regresó al cabo de quince días con sinopsis, fichas de caracterización y tratamiento de toda la película.

–¿Me vas a pagar?– Insistió.

Al productor le estaba empezando a gustar la historia pero no se le podía notar en la cara, no debía permitirse esa fragilidad si quería continuar con el juego. Así que dejó de garabatear estupideces sobre un papel en blanco y dijo: “no tengo por qué pagarte, no has hecho nada.”

El guionista se levantó, cogió su trabajo y lo metió en una carpeta.

–¿Adónde vas?

–Me parece –contestó el guionista en el umbral de la puerta– que he hecho más en estos días que tú en diez años.

Cerró la puerta y se marchó. Por el camino pensó en la anécdota del barco y fantaseó con hundirlo con él dentro en medio del océano.

Post by admin_ivan

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