CORONAVIRUS: NEGACIONISTAS, MAGUFOS Y FASCISTAS

EL REPTIL AL ACECHO

Antes, con la derecha todo era ETA. Ahora, con la progresía moralista todo es negacionismo. Lo curioso es que los disturbios son provocados por ellos mismos justificando sus medidas draconianas para el nuevo desarrollo digital en nombre de la ecología y la sostenibilidad.
 
Para cerrar bien el círculo hay que buscarse un buen antagonista, siempre hay enemigos, un hombre del saco al que batir, la amenaza en la sombra. De eso sabe mucho el nacionalismo pero también el marxismo de salón y sirvienta de la cúpula podemiense. Entonces tiran de manual de primero de siglo XX y reviven a la ultraderecha.
 
Como en una película de George A. Romero, los voxianos se levantan de entre los muertos y acechan cada tarde con sus cabezas rapadas y sus palos de hierro, destrozan contenedores y cantan el cara al sol y todo eso. Total, ya no pueden entrar a los campos de fútbol y se aburren en casa, confinados todos, engordando como cerdos a base de Netflix y pizzas a domicilio con doble de pepperoni y salsa barbacoa. Es normal, tienen que salir a dar hostias porque han cerrado los gimnasios y no podrán enseñar sus tatuajes en la playa el próximo verano.
 
Ya no se debate sobre el número de mascarillas que el Estado compra a China. Ahora el tema central de las tertulias televisivas son los disturbios y la deconstrucción de los mismos. La amenaza prefabricada son los negacionistas.
 
Para que el cambio económico definitivo sea un éxito, es necesaria la implantación de un relato con grandes dosis de moralidad y promesas de futuras ayudas y subvenciones a la gente que se ha quedado atrás y que se ha comportado como un buen ciudadano durante los primeros compases del cambio. El palo y la zanahoria, solo que la zanahoria nunca llegará.
 
Para entonces, todos estos políticos serán cambiados por otros y disfrutarán de retiros soñados y alabanzas a su gestión. Vendrá la derecha (y puede que hasta los voxianos) para seguir implementando el plan y cambiará las miserables ayudas programadas por cheques de alimentación básica en Mercadona y Carrefour. No moverá un dedo para restablecer las libertades individuales de la población, el trabajo sucio ya está hecho. Así que se limitará a lo de siempre, los beneficios para ellos y las pérdidas que las paguen los demás.
 
La oscilación pendular de la historia no es caprichosa, es regular, cargada de puntas de presente-futuro que nos indican con cierta claridad lo que va a acontecer.
Los disturbios serán constantes porque está demostrado que fortalecen al poder en cuanto a la verosimilitud de su relato, sólo hay que revisar el fracaso de las primaveras árabes. En otras palabras: se llenan de razones para justificar su totalitarismo democrático. La crisis económica será una apisonadora tal, que la explosión de la burbuja inmobiliaria de finales de la década pasada nos parecerá pecata minuta.
 
En este caldo de cultivo (ideal para la narrativa de liberación y construcción de nuevas Arcadias) despertará la serpiente independentista en Catalunya –incubada a principios de siglo por Pujol y los cuarenta ladrones– y en otras regiones de Europa (Flandes, Liga Norte Italiana, corsos…), que verá crecer aún más los desequilibrios entre la zona mediterránea y los países del norte.
La fragmentación de la CEE y la caída del euro es un contingente muy probable ya que la economía del futuro se amparará en la desaparición del dinero físico en pos de una moneda críptico-digitalizada donde todas las transacciones económicas dejarán un rastro indeleble en la red. Sabrán hasta el número de cafés que consumes en el bar e incluso determinarán si es descafeinado de sobre y con sacarina si es preciso. Y todo a tiro de click. Pagarás con el móvil, el mayor aparato de control diseñado por y para el poder. No lo olvides. 
 
Este cambio irreversible favorecerá a las nuevas inversiones, chinas en su mayoría, que se repartirán el pastel ante la mirada interesada de los líderes políticos que religiosamente son votados en cansinos procesos electorales. Lo más divertido del asunto será observar como construyen su relato para concienciar a dichos votantes de que esas inversiones favorecen el crecimiento de sus miserables economías. Como en aquella película de Luís García Berlanga, ¿la recuerdan?
“Amigos chinos, vienen a España gordos y sanos.
Viva el tronío y viva un pueblo con poderío.
¡Olé Pekín y Shengyan,
y viva Macao que no está mal, […] no está mal!”
Resulta paradójico cómo el aparato de poder abraza un modelo de aparente justicia social, enmascarado en promesas ecológicas y rentas básicas universales como pienso transgénico que se da a las gallinas mientras aplica con total severidad recortes indiscriminados en servicios públicos.
De hecho, toda esta transformación socio-económica acelerada por la nada casual irrupción de un virus de laboratorio va mucho más allá de cualquier otra crisis pretérita. Los medios de comunicación propagan el miedo e instauran el decálogo de las nuevas y buenas conductas, un menú a base de distanciamiento social, criminalización del ocio y delación del disidente.
Para que la mentira cale, se tiene que repetir una y mil veces y así será verdad. Ya lo dijo Goebbles. La monitorización de la censura en las redes a través de empresas pagadas directa o indirectamente por el aparato estatal se encargan de cribar las voces molestas con pequeños castigos silenciadores ahora, represión física y moral después. Tiempo al tiempo.
La sociedad que se avecina estará sujeta al terror de un estatalismo de doble cara. Se presenta como un ente protector en apariencia pero opresor y restrictivo en la práctica. Porque ellos tienen la verdad, ellos son la democracia, el mejor sistema de entre todos los sistemas posibles. Todo lo demás es tiranía y arbitrariedad. Ese mantra ya ha calado en la población que en su mayoría no es consciente del totalitarismo al que están sometidos. Ni Stalin pudo soñar una situación tan favorable pues no entendería su poder e influencia con los gulags vacíos.
La tendencia económica continuará siendo liberal en una especie de modelo mixto conformado por comunismo y capitalismo, una hermandad llena de prebendas interconectadas entre la res pública y el interés privado. O, dicho de otra forma, el modelo socio-económico chino se va imponer en cuestión de una década. Los pequeños comercios y servicios desaparecerán en beneficio de iniciativas empresariales 100% online.
El panorama que se abre no invita al optimismo. Los canales de entretenimiento, el fútbol y las series sedantes, han erradicado casi por completo el pensamiento crítico y libre. El feminismo de nuevo cuño ha sustituido de manera burda el concepto de lucha de clases intercambiándolo por una guerra de sexos que no cuestiona la realidad y no impulsa ningún cambio real.
Así pues, puede que estemos ante uno de los callejones sin salida más desoladores de la historia de la humanidad, ni los existencialistas se hubieran imaginado este estado de las cosas. Al final, puede que aquellos locos anarquistas del siglo pasado llevaran razón. Incluso los postulados objetivistas de Ayn Rand pueden arrojar algo de luz en este túnel cerrado que no lleva más que a la extinción de la libertad y del desarrollo del ser humano en toda su extensión.
Es el momento de cuestionarlo todo. Desde la idea de estado y su connotación de hermano mayor hasta el sistema de democracia liberal o partitocracia oligárquica. Ambos conceptos nos van a llevar a la miseria más absoluta porque sus representantes tienen como único objetivo erradicar al pobre y encima hacerle ver que es por su bien.
El Covid-19 es un señuelo del poderuna enfermedad creada con motivos humillantemente eugenésicos. Ya está aquí, entre nosotros, y tenemos que lidiar con ella. Doctores refutados han constatado que los confinamientos no sirven para nada más que para generar desasosiego en la población y destrozar la economía y el uso de mascarillas es contraproducente para la salud. Tienes toda la información a tu alcance en la red. No me lo invento.
Es evidente que el coronavirus mata. Es más, si no te mata devasta tu sistema nervioso, te anula, te destroza. No voy a negar lo evidente, sería absurdo. Pero puedo discrepar en las medidas para hacer frente a esa amenaza. Y la primera de ellas radica en la filosofía, en el libre raciocinio y en el sentido común. No hace falta que me impongan un discurso ni unos modos de comportamiento para ser consciente del problema. El problema está ahí y viciar mi aire con una mascarilla en la boca o no poder darle un abrazo a mis seres queridos no es precisamente lo más saludable para mi sistema inmunológico.
Se nos está impidiendo velar a nuestros muertos, acompañarles en la agonía, se nos está negando el derecho a saber de qué han fallecido obviando toda autopsia, se nos está extirpando la condición de ser humanos, en definitiva. Se nos habla de una nueva normalidad como si la anterior fuera un atentado a la vida, como si la vida fuera una consecuencia directa del miedo a perderla. La perversión del lenguaje no deja lugar a dudas.
Pero no sólo se queda en lenguaje. Las acciones son pavorosamente dictatoriales, toques de queda, reducción de la movilidad, del ocio, de la cultura… Están generando el estado de excepción global más sofisticado de la historia delante de nuestras narices, jamás el miedo a enfermar ha llevado al hombre a enfermar por el mismo miedo generado.
Después de leer este artículo puede que pienses que soy un negacionista, un magufo, un fascista o qué sé yo, y que repitas tu pensamiento una y mil veces en tu cabeza para justificar tu miedo. Pues bien, si es así, quiero que sepas que yo también tengo miedo. El miedo es natural, conecta con nuestro ancestro reptiliano, no es malo porque te salva la vida como un acto reflejo de frenada antes de caer al precipicio.
De todas formas, todo aquello que nos hace humanos corre peligro lo quieras ver o no, porque detrás de ese cerebro de reptil, hay algo más que nos diferencia del resto de animales. Apliquémoslo, pues, antes de que sea demasiado tarde.
Post by admin_ivan

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