MACONDEANDO

MACONDEANDO

 

Muchos años después, frente a los bloques simétricos de Bellvitge, el escritor de cuentos agrios había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a escuchar al Cabrero. Bellvitge era entonces un suburbio de setenta armatostes de hormigón y descampados construidos a la orilla de una cloaca de aguas fétidas que se precipitaban por un lecho de cañas, frías y gruesas como barrotes de celda. El mundo era tan pesado y abrupto, que muchas cosas carecían de nombre, y para mencionarlas no había ni que nombrarlas. Todos los años, por el mes de marzo, una familia de gitanos desarrapados plantaba su carpa cerca de la ermita de la Mare de Déu, y con un grande alboroto de pitos y timbales daban a conocer los jipíos y soleares esenciales que los propios arrabaleros creían haber olvidado en algún rincón de su fugaz y dolorosa infancia.

Post by admin_ivan

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