ANIMALES SUELTOS, EL ÚLTIMO GUION

TRES HOMBRES, UN ATROPELLO Y UN DESCAMPADO

 

Cartel de Animales Sueltos, diseñado por Lara Gombau

Hoy quiero hablaros de mi último guion de largometraje, el último de una larga serie que nunca se llegó a rodar. Eso no significa que no llegue a transformarse en película algún día, pero el panorama cinematográfico español es aún más desolador que el contexto que expone el guion del que voy a hablaros a continuación. Así que las posibilidades de que llegue a materializarse son tan escasas que he decidido contar en este artículo las vicisitudes y problemas que tuve a lo largo de todos los años que intenté colocarlo en la parrilla de salida.

Si esperáis que os cuente de qué va la historia, sinopsis, memoria y demás, no sigáis leyendo, podéis pasaros por mi web y echarle un vistazo, allí tenéis toda la información.

 

 

 

EL ORIGEN

Animales Sueltos se gesta por encargo. Un colega director, viejo conocido del CECC (Centre d’Estudis Cinematogràfics de Catalunya), había terminado su enésimo cortometraje en el que colaboré como actor interpretando a la muerte con su guadaña en un bar. Lo cierto es que no lo hice nada mal, modestia a parte.

Se puso en contacto conmigo porque quería rodar su primer largometraje y buscaba una historia de bajísimo presupuesto, tres personajes y las mínimas localizaciones. Obviamente quería filmarlo sin dinero, con lo puesto.

Después de infinitas reuniones y muchas cervezas (modus vivendi del guionista), empecé a darle forma al guion que, por las limitaciones impuestas de antemano, resultó ser más difícil de lo que esperaba. Tres personajes, un lugar, a lo sumo dos o tres pero cercanos al set de rodaje. Todo un reto.

Para huir del artificio teatral tuve que buscar otro tipo de estructura. Hasta entonces siempre había escrito guiones clásicos, excepto una historia de fantasía que escribí para IB3 en la que usaba una estructura de cajas chinas, tipo La mil y una noches y que al final rechazaron por la quiebra de la crisis del 2008. Busqué algo diferente, algo que enganchara y no desconectara al espectador. Así que jugué con la repetición descriptivo-acumulativa y una estructura de falsa fragmentación en bucle.

Después de casi un año de trabajo, el director se bajó del carro y me dejó con el guion a medias. Había que reescribirlo, ajustar cosas. Y eso hice. Meses después ya tenía una buena historia, con cara y ojos, original y con el tono de humor negro y surrealista que estábamos buscando desde el principio.

Perfecto. ¿Y ahora qué? Pues ahora viene lo más difícil de todo, visibilizarlo, empaquetarlo para su venta y producción.

 

LA PUERTA SUDAMERICANA

Después de un largo periodo de disparos al aire infructuosos traducidos en mails a productores que no contestan e incluso a colegas de profesión que ni tan siquiera se leen la sinopsis para hacerte un feedback (no todos, tengo que decir que hubo alguno que sí lo hizo), entré en el desánimo habitual del guionista.

No vale con tener un buen guion, eso es lo de menos en esta profesión. Lo de más es la apariencia, el envoltorio del paquete. En el mundo del cine (hablo del cine español que es el que conozco), lo más importante para un guionista es aquello que el guionista no puede controlar. El contacto oportuno, la fortuna o coincidencia, la casualidad.

En mi caso vino a través del amigo de un amigo que casualmente acababa de venir de un curso en la Escuela de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba. Sin conocerle de nada, le mandé el guión en un mail muy escueto diciéndole algo así como que nunca iba a leer nada igual.

La respuesta fue casi inmediata. A la semana ya se lo había leído y le había encantado. Alberto Vivó, director y productor valenciano, acababa de rodar por su cuenta y riesgo el largometraje gore-costumbrista Villorio del Caudillo, paletos y cuchillos y el tono de Animales Sueltos le atrapó desde la primera página.

Quería rodarlo él pero, conscientes ambos de que no teníamos nombre en la industria, decidimos buscar al director apropiado. Por mi parte ya estaba seco, no sabía a quién acudir que no hubiera acudido ya. Pero Alberto, que quería seguir en el proyecto, le envió el guión a Rafael Rosal, el director de la escuela de cine de Cuba (EICTV).

 

 

Pasaron varios meses hasta que recibí noticias de él. Y fueron favorables. Le había encantado, quería dirigirlo.

Rafael Rosal, director de Las Cruces, poblado próximo o de su último y exquisito trabajo, Donde nace el sol, tuvo que salir de Cuba. Por casualidades de la vida, aquello que está fuera de todo control, se vino a instalar con su familia a Barcelona. Las razones de su cambio de domicilio no vienen al caso explicarlas.

Todo fluía favorablemente. Nos pusimos a trabajar en el dossier de venta y firmé un contrato de cesión de derechos. La hoja de ruta era la siguiente:

 

 

 

 

  1. Modificación del guion para acceder a coproducciones hispanoamericanas. Reescribí hasta llegar a la séptima versión. Cambié la nacionalidad de uno de los tres personajes de la historia y adapté diálogos.
  2. Postular a las ayudas de Ibermedia. Opción factible por la trayectoria de Rafael Rosal.
  3. Seducir al mercado audiovisual español. Participación en el FilmMarket Hub de 2015.

Alberto Vivó durante el pitch de FilmMarket Hub (2015)

El punto uno fue el único que dependió de mí. El punto dos se cayó debido al veto a Rafael Rosal de la Secretaria Técnica y Ejecutiva de Ibermedia, Elena Vilardell, por esas cosas que, como he indicado arriba, no vienen al caso explicar. Y, por último, el punto tres resultó ser un escaparate en el que varios productores husmearon para justificar que hacían su trabajo y comer canapés gratis.

El desánimo se volvió a apoderar ya no solo del guionista, sino de toda la tropa. Teníamos el mejor guion y el mejor equipo posible. Rafael Rosal a la dirección, Alberto Vivó y Rodrigo Benavidez a la producción, Giacomo Buonafina como sonidista y al director de fotografía Carlos Arango de Montis, responsable de películas como The Act of Killing. Queríamos rodar esa película. ¿Qué más podíamos acreditar?

 

LA PUERTA EUROPEA

Si hay algo que me caracteriza como profesional es que nunca doy una batalla por perdida. Después del chasco de Ibermedia me puse en contacto con Peter Andermatt, posiblemente uno de los mejores asesores de guion de este país, y que conocía por ser precisamente el que asesoró mi primer largometraje, Televisiones Encendidas, Parejas Desasistidas, allá por el año 2004 o 2005, disculpad mi imprecisión.

En aquel momento (y creo que ahora también), era el director de Europamedia en España, algo así como Ibermedia pero en Europa, el empuje de presupuesto ideal para empezar a trabajar. Animales Sueltos es una película de muy baja producción, presupuestada en aproximadamente 800000 euros, pecata minuta en el mundo del cine.

Pero la nueva ley del cine, que potencia la producción de películas de un millón de euros en adelante, con los correspondientes beneficios a televisiones, Atresmedia, Mediaset y demás, era un impedimento a tener en cuenta. Y no sólo eso, las condiciones para obtener ayudas al desarrollo de Europamedia eran inasumibles. Debíamos tener el respaldo de una productora que hubiera estrenado y distribuido en salas comerciales una película en los últimos cuatro años y varias cosas más pero no me quiero extender.

En este contexto de callejón sin salida, la cosa se desinfló. De todas formas, la experiencia me hizo generar unos lazos persistentes con parte del equipo, a los que aprecio y sigo viendo de vez en cuando y nos reímos y tomamos cervezas (condición indispensable del guionista).

 

LA IMPORTANCIA DE UN FEEDBACK

En este punto del camino, fui consciente de que tenía que empujar yo solo. El contrato de cesión de derechos expiró. Entonces volví al punto de partida y a dar disparos al aire en forma de mails a productores. Todo eso que hacemos los guionistas cuando estamos desesperados. Por una amiga de una amiga contacté con Paco Poch, productor de maravillas documentales como Balseros, entre otras películas. Le envié Animales Sueltos junto con el dossier de venta a todo color y en papel, como en los viejos tiempos.

Me contestó en un par de semanas (algo verdaderamente inaudito en la profesión) y me hizo un grandísimo feedback, del que siempre estaré agradecido. Pero me dijo que no estaba en condiciones de producir algo así y que para el riesgo económico que suponía podía rodarlo yo con mis amigos, como si 800000 euros fueran nada.

Aquel breve episodio me dio la motivación necesaria para seguir. Un buen feedback sirve de eso y además, ¡qué coño!, a Poch le había gustado mi guion. Eso es garantía de que mi trabajo está bien hecho.

 

 

VALENCIA, EL PENÚLTIMO CONTRAATAQUE

No sé cuánto tiempo pasó hasta que se volvió a presentar otra oportunidad. Y fue en Valencia. Por uno de esos correos de convocatorias que me vienen al mail cada dos por tres, me enteré de que en dicha ciudad se iba a celebrar un encuentro entre productores y guionistas valencianos, el One to One, no sé si la tercera o la cuarta edición. Disculpad de nuevo mi imprecisión.

Como no soy valenciano y eso reducía mis posibilidades de participación, llamé a Alberto Vivó. Él siempre quiso dirigir Animales Sueltos y le propuse postular juntos. Para asegurarme de que el proyecto iba a ser tenido en cuenta, me puse en contacto con Juanjo Moscardó, un antiguo colega, guionista, productor y director valenciano. Juanjo, al que le deseo la mejor de las suertes con su última película, Amor en Polvo, intercedió de alguna manera para colar mi proyecto en el evento.

Y allí me presenté a pecho descubierto, como quien dice, ya que Alberto no pudo acompañarme porque por esas fechas estaba trabajando en la producción de una serie para la televisión valenciana. Cogí el Euromed por la mañana y llegué a la sede de la SGAE valenciana justo a la hora del pitch.

Lo cierto es que lo que pude ver allí fue algo inenarrable para un profesional. Voy a tratar de explicarlo brevemente.

Ni un solo guionista tenía el guion terminado, ni tan siquiera una copia o.

Ni un solo productor tenía el más mínimo interés en soltar un euro de su bolsillo para el desarrollo.

En resumen: guionistas que venden humo (porque no se exponen más allá de una sinopsis y un pich de quince minutos) y productores que esperan la cuadratura del círculo para obtener una subvención y no arriesgar nada. Es decir, que el guionista haya escrito algún capítulo de serial televisivo y que sea valenciano para optar a subvención de dicha comunidad, que sea mujer para que escriba sobre violencia de género y así ganar puntos (por discriminación positiva) para otra subvención del Ministerio, etc.

Lo demás es todo postureo, amigueo y artificio. El cine importa una mierda, lo que verdaderamente importa son las vías por dónde conseguir dinero público o patrocinadores. Si eres afortunado y lo que presentas tiene visos de ser subvencionable, es posible que te lleves el gato al agua.

No obstante, ninguno de los proyectos del FilmMarket Hub de Barcelona ni del One to One de Valencia, se han llegado a producir. Tampoco creo que se produzcan nunca.

El surrealismo llega a cotas insospechadas cuando te encuentras a una productora que precisamente no produce nada desde tiempos inmemoriales y que se indigna porque tienes el guion escrito en un mercado de guion, ¿perdona? Encima tienes que escuchar sus magníficos consejos durante un cuarto de hora en el que te sugiere que cambies de profesión.

El tema de fondo es que esa mujer, que venía en calidad de productora, no podía optar a ninguna ayuda para levantar ninguna película. El motivo es sencillo, hacía más de cuatro años que no producía nada. Así que se dedicaba a asesorar guiones a cambio de unos suculentos honorarios aprovechando su influencia en el mundo audiovisual. Lo que viene siendo: cambia esto y esto otro que te presentaré a fulano o a mengano de tal.

Evidentemente, de mí no podía sacar nada porque el trabajo ya lo tenía hecho y, además, muy bien hecho. Lo triste es que muchos guionistas, jóvenes y llenos de ilusión, caigan en sus redes y se gasten todo lo que con mucho sacrificio han ganado en sus trabajos de supervivencia, para pagarle la hipoteca a una impostora de ese calibre.

 

LA PUERTA ABIERTA

Pues bien, este artículo sirve en definitiva para hablar de la otra dimensión del oficio de guionista. Mucha gente la desconoce por completo, piensa que escribir guiones es algo divertido, una buena manera de ganarse bien la vida. Y es cierto pero en cuestiones artísticas se tiende a pensar en el tuétano creativo y de autor y no en el de la monetización de tu obra.

En el caso del guion cinematográfico o televisivo (ya sea de serial o documental), el páramo al que se expone el guionista que no consigue monetizar su creación es absoluto y genera una frustración similar a la del eunuco que cuida del harén del califa. El guion carece de valor literario, si no lo vendes, ¿qué haces, te lo comes?

A lo largo de todos los años en los que he tratado de empujar Animales Sueltos he escrito y dirigido tres obras de teatro, todas estrenadas y monetizadas. También he escrito dos libros de relatos, los dos editados y los dos monetizados y estoy a punto de terminar mi primera novela.

Decía el maestro Fernando Fernán Gómez que a los actores de cine les pagan por esperar. Pues bien, a los guionistas les pasa igual, esperan sí, pero no les paga nadie. Y así pasa la vida tan callando y los ríos se van al mar y todo eso.

De todas formas, no quiero acabar este artículo así, con este poso de desesperanza. El cine es demasiado bonito, no se merece a toda esa caterva de productores y guionistas mediocres, pero no se puede ser ingenuo y pensar que no hay gilipollas dentro de este mundo. En el mundo del arte hay mucho gilipollas también porque eso es propio del arte y de todas las profesiones.

Personalmente, como guionista, director y dramaturgo, puede que sea un gilipollas. Pero jamás en la vida venderé humo ni jugaré con la ilusión y el trabajo de nadie. Animales Sueltos sigue ahí y no envejece porque es universal, porque habla de la conciencia humana, es una historia que descoloca, con una fuerza escénica arrebatadora y unos personajes que cualquier actor de nivel desearía interpretar.

No lo digo solo porque sea el autor. Lo pueden corroborar todas aquellas personas que a lo largo de todo este camino se han sentido más o menos atraídos por esta modesta historia. Hablo de Rafael Rosal, de Alberto Vivó, de Peter Andermatt, de Paco Poch, de Juanjo Moscardó, de Giacomo Buonafina, de Andrés Morte, de Carlos Arango de Montis. A todos ellos le estoy y estaré eternamente agradecido por su apoyo y su inestimable interés.

Tal como indica el título de este artículo, Animales Sueltos es el último guion. Como aquella fantástica película de Peter Bogdanovich, The last picture show. No volveré a escribir ningún guion, ni de largo ni de corto por muy interesante que sea, si no hay un interés real en su producción.

Esto no es el final del viaje y la puerta siempre está abierta para el que quiera entrar. Si os interesa emprender la aventura de un largometraje diferente y de calidad, una película 100% factible a nivel de presupuesto y planificación, ya sabéis que estoy aquí y que existo. Podéis pasar sin llamar, mi casa es la vuestra.

Seguid creando, queridos y queridas, por el bien de la humanidad.

Post by admin_ivan

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